domingo, 29 de julio de 2012

La amante inglesa, de Marguerite Duras





La amante inglesa
de Marguerite Duras

Jesús Guerra

La policía francesa encuentra partes de cuerpos humanos en diversos trenes en varios puntos del país. Todas las partes resultan pertenecer al mismo cuerpo, una mujer, gruesa. Encuentran todas las partes con excepción de la cabeza. La policía se da cuenta de que el único lugar por el cual pasaron los trenes de todos esos puntos es el crucero de un pueblo llamado Viorne. Así que suponen que ahí debió de cometerse el crimen. Una noche, una pareja de policías, un hombre y una mujer, se encuentran en el café Le Balto, como si estuvieran de paso. Se encuentran también tres de los clientes habituales, dos hombres y una mujer, que conversan con el gerente y camarero del café. Cuando los clientes habituales y el gerente del café se ponen a platicar acerca del crimen que ha conmovido al país, el policía se acerca a la barra e interviene en la conversación, la cual poco a poco conduce a la mujer, esposa de uno de los hombres presentes, a confesar que la asesina es ella. La víctima: Marie-Thérèse Bousquet, su prima.

Días después, un personaje sin nombre, que tiene la intención de escribir un libro sobre el crimen, realiza tres entrevistas grabadas: una con el gerente del café Le Balto, Robert Lamy; otra con el marido de la asesina, Pierre Lannes, y la tercera con la propia asesina confesa, Claire Lannes.

Lo que nosotros leemos son estas tres entrevistas, más una grabación de la conversación, hecha en secreto por el policía, en la que Claire confesó su crimen. Técnicamente el libro es muy interesante, se trata de diálogos y aclaraciones de lo que los personajes que hablan llevan a cabo mientras hablan o escuchan. La grabación realizada por el policía de la conversación en el café la leemos dentro de la grabación de la primera entrevista, con el gerente del café. El hombre que hace las entrevistas le hace escuchar a Robert la conversación en la cual él mismo participó, y le pide que intervenga para aclarar cualquier cosa que crea necesario, o bien el hombre hace preguntas específicas. Si la escucháramos oiríamos una grabación dentro de otra. Esto es la transcripción de una grabación dentro de la transcripción de otra grabación.

Así, de una conversación entre cinco personas y de tres entrevistas, los lectores de esta novela de Marguerite Duras vamos enterándonos de una situación en un contexto, y de los acontecimientos que se convirtieron en un crimen de resonancia nacional. Sin embargo, al parecer nadie, ni la asesina misma, tienen la explicación precisa de los motivos para el asesinato. Los lectores vamos descubriendo un retrato minucioso de la situación, del contexto, de los hechos, y también de los personajes. Vamos construyendo lo externo a partir de la interioridad exteriorizada de los entrevistados, y a esa interioridad convertida en palabras accedemos a partir de preguntas relacionadas con lo externo. La distancia entre la imposible objetividad y la subjetividad incomunicable es el espacio en el que se mueve esta obra. Al inicio de la primera entrevista, el entrevistado le pregunta al entrevistador: «¿Pero tiene usted en cuenta la diferencia entre lo que sé y lo que diré?» Y el entrevistador responde: «Ésa es la parte del libro que corre a cargo del lector. Existe siempre».

La amante inglesa es una novela que con cierta facilidad puede ser transformada en una obra para radio, para teatro, para cine; está basada en un hecho criminal de los años 40 en Francia, un hecho que fascinó a Marguerite Duras y le dio material para la experimentación literaria. A partir de estos hechos, la autora escribió primero una obra de teatro, Los viaductos de Seine et Oise (1959), luego esta novela (publicada en Francia en 1967), y por último la adaptación de esta novela al teatro.

La amante inglesa, cuyo título proviene de una confusión lingüística en francés (lengua rica en juegos de palabras), de temática policiaca, o más específicamente criminal, pero de un estilo muy alejado del thriller común ya que no está interesada en atrapar al criminal (al criminal lo conocemos los lectores desde las primeras páginas) sino en «atrapar» los motivos para un acto criminal como el descrito, a pesar de la complejidad del tema, de lo confuso de las acciones humanas, está escrita con una prosa de una gran claridad. Para mi gusto se trata de una obra muy balanceada, que equilibra muy bien tema, técnica, estructura y escritura. Sumamente recomendable. Además es sencillo encontrarla en librerías pues forma parte de la Biblioteca Marguerite Duras de Tusquets Editores, casa editorial que tiene también en esta colección: El amante (1984; las fechas son de su aparición en francés), Emily L. (1987), Los ojos azules pelo negro (1986); El amante de la China del Norte (1991); El amor (1971; ya reseñada en este blog); Escribir; Un dique contra el Pacífico (1950); El hombre sentado en el pasillo (1980) / El mal de la muerte (1982); y ésta que comentamos ahora, La amante inglesa (1967). Hay ediciones de otros libros suyos, de los muchos que publicó, en otras editoriales (aquí pueden consultar su bibliografía, en francés, así como su filmografía), como la ya comentada La tarde de M. Andesmas (cuya nueva edición tiene el título cambiado a La siesta de M. Andesmas) en Demipage y El marinero de Gibraltar en la Editorial Cabaret Voltaire, pero son más difíciles de conseguir en México. Sin embargo una gran parte de su obra no ha sido traducida a nuestra lengua, lo cual es lamentable ya que se trata de una autora de enorme importancia para la literatura y el cine del siglo XX.


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La amante inglesa. Marguerite Duras. Traducción de Javier Albiñana. Tusquets Editores. Biblioteca Marguerite Duras, colección Fábula. Edición española, febrero de 2011; edición mexicana, abril de 2011. 166 págs.

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Liga para datos biográficos, bibliografía y filmografía: 

sábado, 14 de julio de 2012

Una tarde de M. Andesmas, de Marguerite Duras





Una tarde de M. Andesmas
de Marguerite Duras

Jesús Guerra

Esta novela de Marguerite Duras, publicada en Francia en 1962 con el título L’après-midi de M. Andesmas, y que en ediciones recientes lleva la palabra ‘señor’ completa, L’après-midi de Monsieur Andesmas, se llama en español, en la edición castellana de Seix-Barral, de 1963, Una tarde de M. Andesmas. Yo casi siempre estoy en desacuerdo con los títulos castellanos de libros y películas cuyos originales están en otros idiomas. A mí me parece que este libro debió llamarse «La tarde del señor Andesmas».

Esta edición de Seix-Barral de 1963, con traducción de Caridad Martínez, que yo adquirí hace algunos años en un establecimiento de libros usados, es la que leí (por supuesto Seix-Barral hizo varias reimpresiones posteriores). Si alguien se interesa por leer esta novela de Duras (y ojalá les interese) tendrán que buscar la nueva edición española de la editorial Demipage, de 2011, con nueva traducción, en este caso de la poeta Amelia Gamoneda, que desafortunadamente le cambia el título. Esta nueva edición se llama La siesta de M. Andesmas. ¡Qué lata con ese «M. Andesmas»! ¿No entienden que están traduciendo? El traductor y la editorial norteamericanos sí lo entendieron y la novela en inglés se llama The afternoon of Mr. Andesmas.

La novela es breve, extraña (y más para los lectores de nuestra época: hay que tener en cuenta que la novela fue escrita dentro de las corrientes narrativas francesas de hace medio siglo) pero muy bella. Hay quienes dicen que es la novela más «poética» de Duras. Es una de esas obras en las que aparentemente no pasa casi nada, y ese ‘aparentemente’ es porque, en efecto, en el exterior casi no sucede nada, pero sí en el interior de los personajes. Eso por una parte, por otra, independientemente de lo que pase o no, lo más importante es el lenguaje, no la narración sino el texto. No se trata tanto de retratar la realidad sino de literaturizar la realidad. Es una novela que pretende, como muchas de esa época, contarnos lo que realmente sucede cuando casi no sucede nada. Algo así como captar «la verdad» de un momento (que fue, digamos, lo que intentó también Salvador Elizondo, de otra manera, con su ‘crónica de un instante’ [Farabeuf]), aunque paradójicamente la búsqueda de esta verdad se realiza con la propuesta de interpretaciones de lo ocurrido. ¿El señor Andesmas se quedó dormido y parte de lo que se supone que sucedió esa tarde, en realidad sólo la soñó? No lo sabemos a ciencia cierta, por eso no me gusta el nuevo título, La siesta de M. Andesmas, porque subraya una de las interpretaciones, y si no la subrayó ni la autora ni la editorial original, ¿por qué la subrayan la traductora y la editorial española?

¿Qué es lo poco que sí sucede? El señor Andesmas, de casi 70 años de edad y bastante dinero, que tiene apenas un año de vivir en un pueblo francés del Mediterráneo junto con su muy joven hija, Valérie, acaba de comprar una casa que se encuentra en la parte alta del pueblo —con vista al bosque, a la plaza del pueblo y al mar—, precisamente para su hija, porque a ella le gustó, quedó de ver a un contratista llamado Michel Arc, para construir en el terreno frente a la casa una terraza, una especie de mirador. Quedaron de verse al quince para las cuatro de la tarde, y el señor Andesmas está ahí a la hora fijada, con todos sus años y todos sus kilos. Su hija lo llevó y lo dejó ahí, quizá para ir a buscar al constructor.

El señor Andesmas está sentado en un sillón de mimbre, que hace ruido cada vez que él se mueve, y está en el terreno que se supone será la terraza. La luz del sol es fuerte a esa hora, Andesmas tiene calor y espera.

De la plaza del pueblo sube música. Una canción de moda que se repite toda la tarde. La gente del pueblo baila en las calles, en la plaza.

Mientras espera, Andesmas ve un perro rojizo. Luego a una «niña» (así dice el texto, pero en realidad es una adolescente) que le dice que es hija del constructor y que él está bailando en el pueblo, que llegará más tarde. Andesmas espera, y piensa, y habla en voz alta, y platica con la muchacha, y recuerda, y piensa en su hija, y en algún momento se duerme, no sabemos, ni él, exactamente cuánto tiempo duerme, y sigue observando el paisaje, el pueblo, el mar. La muchacha se va y luego llega la esposa del constructor y dice que su marido llegará a la cita. Y Andesmas y la mujer esperan.

El tiempo de la espera es importante en la literatura francesa, es el tiempo inmóvil e inmovilizador que permite recordar, pensar, platicar si se está acompañado, hablar de lo que pasó y de lo que podría pasar… Quizá exageran quienes escriben que esta novela de Marguerite Duras es una obra maestra… Finalmente es cuestión de gustos. Pero de que es una obra interesante, inteligente, fascinante a su manera y bella, no hay duda. Y también a su manera es una obra que se ha convertido en una novela de culto. Tiene fans muy interesantes. Uno de ellos es el novelista español Enrique Vila-Matas, quien escribió un texto buenísimo sobre esta novela en el diario El País, el cual, entre otras cosas, nos da algunas claves importantes para la comprensión de esta obra.

Póster de la película

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Una tarde de M. Andesmas. Marguerite Duras. Traducción de Caridad Martínez. Editorial Seix Barral. Barcelona. 1963. 118 págs.

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La siesta de M. Andesmas. Marguerite Duras. Traducción y prólogo de Amelia Gamoneda. Demipage. Madrid. 2011. 119 págs.

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